Viaje a Kenia 2021
A veces cuesta asimilar que has cumplido un sueño. Cuando hace dos días estaba aprendiendo a componer con la cámara, deseando sacar una imagen perfecta ahora me veo frente a un leona con la cara ensagrentada que acaba de acorralar a una manada de ñus y de cazar a uno de ellos.
A más de 6000 km de casa con una cámara entre las manos y dispuesto a capturar la naturaleza salvaje en su estado mas puro. Son muchas emociones para el cuerpo. Un viaje así, después de haber pasado 22 años viviendo en la ciudad con todas las comodidades, saliendo cuando podía al campo y esforzándome mucho para encontrar a ese animal escondido en el bosque y volver a casa con las manos vacías…
El primer día de safari habían más de 3500 fotografías de animales y naturaleza en mis tarjetas de memoria… Todavía quedaba una semana entera. Una locura.
Pero no me quiero andar por las ramas porque, al igual que la sección del blog “Mi afición por los gatos”, esto tardaría bastante en acabarse.
La llegada a Nairobi
Tras un vuelo de 8 horas, el avión aterrizaba en el aeropuerto Jomo Kenyatta. A partir de aquí y hasta que me metí en la cama del hotel para pasar mi primera noche todo fue bastante estresante. Con la “pandemia” las medidas de seguridad en el aeropuerto eran bastante estrictas y eso sumado a que solo había 2 personas controlando pasaportes para un avión lleno de gente, la salida del aeropuerto se hizo muy larga, demasiado para mi gusto.
Una vez fuera y ya con mi grupo todo fue sobre ruedas. Cogimos una furgoneta y un hombre bastante agradable nos llevó al hotel. Me dormí rapidísimo. Estaba muy cansado.
Las ganas de aventura me despertaron. Desayuno incluido y todo listo para subir a los 4x4 rumbo al Masái Mara. Me sentía muy vivo, más que nunca. Había espacio de sobra en los vehículos y la compañía era perfecta. Era brutal. Estaba recorriendo las infinitas carreteras africanas hacia el oeste y la civilización quedaba ya lejos. Paramos un momento a contemplar el Gran Valle del Rift, la cuna de la humanidad.
Bienvenidos al Masái Mara
Cuatro horas de viaje más tarde y estaba entrando a una de las mejores reservas naturales de todo el mundo. No habían pasado ni cinco minutos cuando un grupo de jirafas nos dio la bienvenida asomando sus cabezas entre los árboles.
A partir de aquí, cada momento que pasaba en esa parte del planeta se me iba grabando a fuego en el alma. Estaba exprimiendo mi equipo de fotografía al máximo, aprovechando cada instante, luchando por sacar las mejores fotos, los mejores recuerdos, pero sobre todo aquello, estaba viviendo literalmente un sueño.
La organización de las salidas estaba hecha de tal forma que se aprovechaban todas y cada una de las horas del día para exprimir el viaje. Todos los días echábamos unas 13 horas buscando animales y retratando la vida en la sabana, después al llegar al campamento, que por cierto, estaba en medio de la reserva, disfrutábamos de la cena y la hoguera con vistas al río Mara mientras comentaba con los compañeros los mejores momentos del día.
La gran migración
El cuarto y quinto día de safari pude observar uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Cada año, al final de la temporada de lluvias, los millones de animales que habitan la reserva del Serengueti ponen rumbo hacia Kenia. Lo hacen en busca de terrenos más fértiles, con abundante vegetación y agua.
Los últimos días fueron como los primeros. Perfectos. Cada día veíamos depredadores cazando, algún león con una gran historia detrás o leopardos acechando entre los arbustos, por no hablar de las coaliciones de guepardos, unos animales que me enamoraron…
Pero el día de regreso llegó y con una bonita canción Maasai sonando en nuestro 4x4, abandonaba la reserva emocionado, aguantando las lágrimas que querían descargar el peso de todas las emociones vividas en ese lugar tan mágico.
“Si alguna vez he visto magia, ha sido en África.”
John Hemingway